Así es, al día de hoy muchos habíamos creído que sólo en la Iglesia Católica sucedía esto, no es así. Hace dos semanas incluso debatí un poco al respecto pues, al haber sufrido abuso sexual de los 6 a los 8 años, el haber perdido gran parte de mi infancia, y con ello sentir un gran sentimiento de culpabilidad, muchas de mis acciones me han llevado a investigar y tener un interés en este tipo de temas, y brindar apoyo y atención a quien ha sido víctima de ello.
El día de hoy y en relación a todo el revuelo que ha causado las cartas de Benedicto XVI, los abusos sexuales en Estados Unidos, Irlanda y Alemania, hoy lamento decepcionar a todos los que quieren hacer una cacería de brujas contra la iglesia católica, pero es hora de hablar con la verdad, datos y números crudos, e intentar seriamente, concientizar a las personas sobre una práctica que, más que en las iglesias, es en las familias donde sucede constante y persistentemente; y si en un líder espiritual eso es grave, es terrorífico cuando sucede en la familia.
Con esto, no quiero decir bajo ninguna circunstancia ni premisa, que defiendo a uno solo de los pederastas; si a mí me preguntan la pena para este tipo de personas, yo sin dudarlo exijo la pena de muerte, pues en mi caso, a casi 30 años de haber padecido abuso sexual por parte de un hermano de mi padre, a la fecha, son momentos robados de mi infancia, y ni todas las terapias, ni todas mis catarsis, han logrado borrar de mi mente que me cambiaron las muñecas y mi pequeño mundo, por mentiras y juegos eróticos, abusos físicos, íntimos y una manipulación extrema; y sobre todo, porque realmente nunca fui la sobrina favorita, simplemente fui un juguete sexual.
Ahora, si los casos de abuso a niños y jóvenes en la Iglesia Católica, que tantas olas les hacen a miles de católicos, no católicos y rasga vestiduras, le corresponde el 0.1% de casos a nivel mundial de pederastia, el 99.9% restante se divide entre los Testigos de Jehová, Evangélicos, en breve, todas las religiones del mundo y un porcentaje preocupante, 68.8% sucede en las familias, dejándole a los líderes espirituales y otros casos el 31.2%. Poniéndolo sobre la mesa es grave lo que sucede en las religiones, pero es estrepitoso, inconcebible, aberrante, monstruoso y absurdo el 68.8% que le corresponde a la “base de la sociedad”.
Por ello pregunto ¿Y quién ha condenado a esta institución? ¿Quién demanda y se indigna? ¿Qué reportero cubre la sede de las familias donde hijas son violadas por sus padres? ¿Quién demanda a esas mujeres que encubren a sus machos maridos la violencia hacia sus hijas? ¿Quién levanta la voz por ellas y por las que fuimos despertadas sexualmente en nuestra infancia por un familiar? ¿Quién le demanda una disculpa pública a hermanos, tíos, padres, primos y cualquier familiar hacia sus víctimas?. Mi respuesta es: nadie.
La semana pasada una persona me decía que, por lo que él vivió con unos conocidos, no dejaría ir a sus hijos al catecismo, porque de ya, dudaba del sacerdote. Y le pregunté que si él creía que fuera justo que yo pensara que, como yo había sido abusada por un tío, todas las sobrinas de él nunca deberían de quedarse solas ni estar cerca de él, y se indignó. Me preguntó que entonces ¿Cómo según yo, en mi mundo, deberían de ser las cosas? A lo que le contesté que eso es una responsabilidad demasiado grande para mi sola, en virtud de que de cada diez niños, ocho son víctimas de acoso sexual, de esos ocho, cinco sufren experiencias fuertes, y de ellos tres, son traumáticas. De esos diez sólo uno lo dice a sus padres y de 100 niños que lo dicen, sólo a diez les creen, y tiene lógica, pues generalmente son familiares los que abusan de los niños.
Así pues, por lo anterior puedo decir que primero, debes enseñar a tus hijos que nadie, ni uno mismo puede tocarlos, bajo ni una circunstancia. En todo momento hay que darles confianza a tus hijos de decirte todo, pero nunca decirles, “si te hacen daño dime para que se las vea conmigo”, esa frase, no es buena, a mi me la dijeron y me callé más de lo debido, para que mi padre no matara a su hermano. Y finalmente, si el sacerdote de cada comunidad no habla de los casos de pederastia, si no dice que en la Iglesia ni un caso más, entonces uno debe de acercarse a él, platicar con él, externar nuestras inquietudes. Personalmente con el sacerdote de mi parroquia, que es un señor a quien respeto y admiro por tratar justamente temas como este, y realmente orienta, abre el corazón y el conocimiento que posee para compartirlo con su iglesia, y si tú le preguntas y no lo sabe, se informa y te responde. Pero no se da solo, tienes que trabajar en conjunto.
Yo en mi religión, no juzgo la fe, ni me separo de mi iglesia, voy cada 8 días a misa y platico con el sacerdote. Porque justo eso, mi cercanía con Dios y mi compromiso con Él, me han llevado a comprender que, si he vivido lo que me ha tocado vivir, es para ayudar a los demás, y sí, hay que denunciar, denunciar fuerte y claro, no solo al sacerdote, hay que hacerlo con el familiar, padre, amigo y conocido que abusa. Lo que viví me lleva a pedir justicia por cada caso, sea víctima de religiosos, o familiares o conocidos.
Y la misma Biblia lo dice, "Ay de aquél que robe la inocencia a un niño, pues más le valiera atarse al cuello una piedra de molino y aventarse al mar"…
El día de hoy y en relación a todo el revuelo que ha causado las cartas de Benedicto XVI, los abusos sexuales en Estados Unidos, Irlanda y Alemania, hoy lamento decepcionar a todos los que quieren hacer una cacería de brujas contra la iglesia católica, pero es hora de hablar con la verdad, datos y números crudos, e intentar seriamente, concientizar a las personas sobre una práctica que, más que en las iglesias, es en las familias donde sucede constante y persistentemente; y si en un líder espiritual eso es grave, es terrorífico cuando sucede en la familia.
Con esto, no quiero decir bajo ninguna circunstancia ni premisa, que defiendo a uno solo de los pederastas; si a mí me preguntan la pena para este tipo de personas, yo sin dudarlo exijo la pena de muerte, pues en mi caso, a casi 30 años de haber padecido abuso sexual por parte de un hermano de mi padre, a la fecha, son momentos robados de mi infancia, y ni todas las terapias, ni todas mis catarsis, han logrado borrar de mi mente que me cambiaron las muñecas y mi pequeño mundo, por mentiras y juegos eróticos, abusos físicos, íntimos y una manipulación extrema; y sobre todo, porque realmente nunca fui la sobrina favorita, simplemente fui un juguete sexual.
Ahora, si los casos de abuso a niños y jóvenes en la Iglesia Católica, que tantas olas les hacen a miles de católicos, no católicos y rasga vestiduras, le corresponde el 0.1% de casos a nivel mundial de pederastia, el 99.9% restante se divide entre los Testigos de Jehová, Evangélicos, en breve, todas las religiones del mundo y un porcentaje preocupante, 68.8% sucede en las familias, dejándole a los líderes espirituales y otros casos el 31.2%. Poniéndolo sobre la mesa es grave lo que sucede en las religiones, pero es estrepitoso, inconcebible, aberrante, monstruoso y absurdo el 68.8% que le corresponde a la “base de la sociedad”.
Por ello pregunto ¿Y quién ha condenado a esta institución? ¿Quién demanda y se indigna? ¿Qué reportero cubre la sede de las familias donde hijas son violadas por sus padres? ¿Quién demanda a esas mujeres que encubren a sus machos maridos la violencia hacia sus hijas? ¿Quién levanta la voz por ellas y por las que fuimos despertadas sexualmente en nuestra infancia por un familiar? ¿Quién le demanda una disculpa pública a hermanos, tíos, padres, primos y cualquier familiar hacia sus víctimas?. Mi respuesta es: nadie.
La semana pasada una persona me decía que, por lo que él vivió con unos conocidos, no dejaría ir a sus hijos al catecismo, porque de ya, dudaba del sacerdote. Y le pregunté que si él creía que fuera justo que yo pensara que, como yo había sido abusada por un tío, todas las sobrinas de él nunca deberían de quedarse solas ni estar cerca de él, y se indignó. Me preguntó que entonces ¿Cómo según yo, en mi mundo, deberían de ser las cosas? A lo que le contesté que eso es una responsabilidad demasiado grande para mi sola, en virtud de que de cada diez niños, ocho son víctimas de acoso sexual, de esos ocho, cinco sufren experiencias fuertes, y de ellos tres, son traumáticas. De esos diez sólo uno lo dice a sus padres y de 100 niños que lo dicen, sólo a diez les creen, y tiene lógica, pues generalmente son familiares los que abusan de los niños.
Así pues, por lo anterior puedo decir que primero, debes enseñar a tus hijos que nadie, ni uno mismo puede tocarlos, bajo ni una circunstancia. En todo momento hay que darles confianza a tus hijos de decirte todo, pero nunca decirles, “si te hacen daño dime para que se las vea conmigo”, esa frase, no es buena, a mi me la dijeron y me callé más de lo debido, para que mi padre no matara a su hermano. Y finalmente, si el sacerdote de cada comunidad no habla de los casos de pederastia, si no dice que en la Iglesia ni un caso más, entonces uno debe de acercarse a él, platicar con él, externar nuestras inquietudes. Personalmente con el sacerdote de mi parroquia, que es un señor a quien respeto y admiro por tratar justamente temas como este, y realmente orienta, abre el corazón y el conocimiento que posee para compartirlo con su iglesia, y si tú le preguntas y no lo sabe, se informa y te responde. Pero no se da solo, tienes que trabajar en conjunto.
Yo en mi religión, no juzgo la fe, ni me separo de mi iglesia, voy cada 8 días a misa y platico con el sacerdote. Porque justo eso, mi cercanía con Dios y mi compromiso con Él, me han llevado a comprender que, si he vivido lo que me ha tocado vivir, es para ayudar a los demás, y sí, hay que denunciar, denunciar fuerte y claro, no solo al sacerdote, hay que hacerlo con el familiar, padre, amigo y conocido que abusa. Lo que viví me lleva a pedir justicia por cada caso, sea víctima de religiosos, o familiares o conocidos.
Y la misma Biblia lo dice, "Ay de aquél que robe la inocencia a un niño, pues más le valiera atarse al cuello una piedra de molino y aventarse al mar"…
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