Fin de año… ya tengo las cartas a mis ángeles, ya tengo la
veladora, ya limpié mi recámara, estoy guardando todo lo que saqué y tengo que
empacar, ya puse el agua en el vaso que voy a aventar por la puerta, los
papeles que voy a quemar en la hoguera personal del 31 ya están en la cubeta,
las uvas en las copas con mis 12 deseos-metas ya pensados y meditados.
Y en esas reflexiones, de pronto pienso en que es un año más
que se va, me empieza a estresar el hecho de que mientras más años almacenas en
el expediente personal, más rápido pasa el tiempo, los ciclos se repiten cada
vez más rápido y entonces te preguntas ¿Qué queda, qué hay además de la rutina,
de lo cotidiano, de vivir con prisa, de resolver problemas, de tantas cosas que
ocupan nuestra mente y tiempo? ¿Qué hay atrás del error, de la equivocación, de
fallar en un proyecto, en un trabajo, en lo que sea que no nos deja dormir? ¡La
culpa, la equivocación, la burla de los demás nos da la más cordial bienvenida
a la pesadilla de terminar el año repasando nuestros errores, no para corregir,
sino para recriminar!
Sí, ya se, nos sentimos mal por equivocarnos, y no nos damos
cuenta que estamos haciendo algo; pesa sobre nosotros como la muerte misma, una
equivocación, el hacer algo mal, como si nacieras con todas las habilidades del
mundo, o como si fuésemos perfectos, y lo preferible fuera no hacer nada para
no equivocarte, para no padecer a los demás. Y lo peor, lo grave, es que nadie
te ha dicho que tienes el derecho sagrado a equivocarte, y de asumir las
consecuencias, aceptarlo, y finalmente moverte a lo que sigue.
Sin embargo en esos momentos de calma, que se encuentran
fácilmente en el caos, cuando callas todos los ruidos molestos, ves las nubes,
el sol, la mariposa que pasa frente a ti, y caes en cuenta que, hay algo más
grande que tu, más grande que tu pequeño mundo.
Es impresionante cómo se nos olvida vivir, en lo que
resolvemos nuestros problemas, y nos perdemos tratando de encontrar respuestas
donde no las hay, nos olvidamos de sonreír por estar sobreviviendo, nos
olvidamos de agradecer lo que tenemos por estarnos defendiendo, pedimos mucho y
damos lo mínimo, exigimos lo máximo y agradecemos tan poco.
¿Cuándo ofrecemos algo, gustosos de saber que tendremos una
bendición extra en nuestro camino? ¿Cuándo es ese momento para ser justo con
los que nos rodean sin cuestionarlo todo? ¿Cuándo dejaremos de culpar a Dios
por todas nuestras decisiones y mejor aprendemos la lección?
Tantas cosas que, en este tipo de días en los que se cierran
círculos, puedo pensar con un poco más de tranquilidad y concluir que,
agradezco lo bueno, lo malo, lo que tuve, lo que no logré porque todo ello, en
su conjunto y mirando hacia atrás, ha logrado moldearme en el ser humano que
soy hoy. No soy perfecta, pero soy.
Este 31 de diciembre, en el que un año lleno de retos,
emociones, tristezas, decepciones, llegadas, partidas y todo lo que en él
queda, termina. Y en ese trance de iniciar el año y vivir al máximo todo, sin
abreviar lo bueno, lo malo, lo bello, lo desagradable… todo… pido para todos y
cada uno de ustedes, que en este año 2012, mientras transitan por la existencia
cotidiana, tengan el gran regalo de encontrar la vida en su vida.