Quiero,
aunque sé que no debo y sería la última cosa que debiera de importar —para
efectos de conocerme—, aclarar algo: no soy Panista, no soy Priísta, no soy
Perredista, ni nada que se le parezca; no milito en ningún partido, no creo promesas
hechas en una campaña, —equivalen a los “te amo” y a las promesas que se hacen
cuando tienes relaciones sexuales; una vez que se termina la calentura, se les
olvidan— hasta las últimas elecciones que participé, votaba por el menos malo.
Creo que
esa no es la solución. Y ha sido la condena de México a la mediocridad.
Realmente estoy harta de tener que leer plataformas políticas, propuestas y al
final de cuentas, el candidato no tiene la calidad moral para sustentar y
cumplir la plataforma, y sus promesas se las lleva el viento y el tiempo.
En
ocasiones quisiera que a todos los mexicanos, como me pasa a mí, no los definiera
un partido, y mucho menos un candidato, ni en su vida, ni en sus relaciones. Familias
enteras se han dividido, por motivos políticos, y ellos, en fiestas, se
divierten con nosotros y a nuestras costillas, se reparten los puestos, los
botines, los impuestos, los recursos.
Ojalá como
seres humanos, a esas personas, pudiera llegarles lo que pienso al respecto,
decirles que me definen mis acciones, mi empatía con las personas, el trabajo
cotidiano, la superación de los problemas y obstáculos que me pone la vida en
mi camino. No tolero las injusticias y antes que nada, soy un ser humano, que
jamás se peleará con sus seres queridos, por una vasca que sólo persigue el
poder a toda costa.
Y algo
que quiero que quede bien claro, no estoy en contra de ningún militante, de
ningún partido, estoy en contra de la incoherencia, de los insultos, del poco
criterio y de lo ilógico. No puedo desacreditar a una persona que quiera votar
por Andrés Manuel López Obrador, pero tampoco al que votará por Enrique Peña
Nieto o por Josefina Vázquez Mota. Sin embargo me asusta que el abstencionismo
sea de más del 50%, que esos candidatos no le arranquen al ciudadano, las ganas
de votar por ellos.
No acepto
que me digan infantiladas e insultos por expresar lo anterior, o cuando hago
notar las incoherencias de algún político, que no me gusta que las personas busquen que todo sea
gratuito, amparándose en la “izquierda” mexicana, y por ello ponerme etiquetas,
que son ridículas —Como muchos seguidores de Morena, que me dicen Panazi,
oligarca, etcétera— o a lo absurdamente estúpido, diciendo que a mí me paga algún partido,
activista o secta por decir lo que pienso.
Nunca,
por una ideología política he denigrado, acosado y sobajado a nadie hasta
cansarme. Y menos cohersionado a nadie para que deje de ser mi amigo, o deje de
votar por quien su real y regalada gana le dé, ¡Porque eso se me hace tan
infantil! Y espero que para las próximas elecciones del mes de julio, los
seguidores de cualquier partido, eviten agredir, amenazar, atacar, lastimar o dañar a nadie. Tenemos derecho a tener diferencias políticas, ideológicas, pero
ellas son sólo un aspecto, de los miles que tenemos.
Debemos
entender que mientras se siga con ese tipo de interacción, seguiremos teniendo
la Monarquía Democrática que tenemos. ¿Qué es una monarquía
democrática? Los políticos que se perpetúan en el poder, cambiando de partidos,
de cargos, de secretarías y chapulineando, ellos, sus hijos y ahora hasta los
nietos, con tal de no perder el poder político. Y nosotros atacándonos, y
desgraciándonos la credibilidad, cuando son ellos, los polìticos, no nosotros,
el enemigo.
Por lo demás, no me
agrada la gente que agrede porque políticamente se piensa diferente.
No me
agrada la gente que agrede por que otra persona prefiere trabajar dignamente y
no sangrar al gobierno, que a final de cuentas se maneja con dinero de los contribuyentes.
No, no estoy de acuerdo. No lo acepto. Es muy
estúpido. Sobretodo porque a los políticos, no les interesamos un comino. Y la única opción que como ciudadanos tenemos, es, participar, interesarnos y actuar.
Para el
político Mexicano, su Dios es el dinero y su amor es la impunidad.
Monarquía Dedocrática la llamaría yo, Patty.
ResponderEliminar