sábado, 25 de diciembre de 2010

La última sombra del sol

25 de diciembre de 2010

Hoy ha sido un día diferente, por primera vez en muchos años no me duele la Navidad, no sabría decir si son las circunstancias, o el hecho de que entre ayer y hoy, la tos y el malestar cedió; o simplemente que después de años muy difíciles, este año mi hijo volvió a sonreír con sus regalos al pié de su cama, no todos los que el pidió y menos todos los que me hubiera gustado que tuviera, pero los que se requerían para sorprenderlo y que sonriera como lo hizo.

Hoy no hubo cartas de parte de Santa, diciendo que en el cumpleaños recibiría algo a cambio, ni hubo cara de decepción, mi regalo de Navidad fue una sonrisa que iluminó mi corazón e hizo que me olvidara por completo de todo lo que en estas fechas me ponía muy triste.

Ciertamente hay cosas en las que seguiré pensando, anhelando, y sé que si las pienso ahorita con la profundidad e intensidad que normalmente lo hago, sé que me voy a poner a llorar, pero no lo haré, hoy eso no importa, esta Navidad no esperé nada de nadie, sólo confié en que Dios me daría lo que necesitaba, y así fue.

Y quizá estos últimos siete años fueron la última sombra del sol sobre mí, es hora de levantarse y caminar sin dudas, con la misma certeza con la que mi hijo salió corriendo a buscar sus regalos para sorprenderse y sonreír. Es hora de escuchar más a Dios, el nunca se equivoca y sabe perfectamente que todos y cada uno de los dones que nos da, son los justos para que seamos lo mejor que podemos ser.

Los juicios de nuestra familia, de nuestros padres, amigos y conocidos, son parciales, llenos de expectativas que a nosotros no nos corresponde llenar. Esta Navidad entendí que no debo de juzgarme, porque toda mi vida se está desarrollando como Dios -o la vida- la esperaba, con los problemas y retos que yo necesito; con aciertos y aún con todos mis errores y fallas, todo lo necesito para mi vida, y bajo ninguna circunstancia tenía que pagar ningún precio porque debe de existir una razón para que mi vida se desarrolle así, y si cometí un pecado, o si para quienes me rodean hice algo totalmente imperdonable, Dios ya me había perdonado desde antes.

Hoy esa sombra se va y es mi mejor regalo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Ya no es suficiente decir “Te Quiero”

Cuando te digo te amo, no lo digo de dientes para afuera, ni por compromiso, lo digo con la conciencia que me da el saber que somos personas y con esa base podemos fallar. Me asumo como una mujer que puede tener muchas fallas, y te sé como un hombre con errores también.

Soy una mujer que ha cometido demasiados errores y tiene un corazón con remiendos, curitas y zurcido con hilos de tiempo; mis manos no son de seda, pero saben acariciar. Mis ojos no son diamantes, pero saben mirar. Mi cuerpo no es de Diosa, pero sabe amar.

Este corazón que ha sido reparado tantas veces por la vida, sabe que te ama como eres. No te pide cuentas, no necesita explicaciones.

Mi alma hecha jirones sabe, que no le importa lo que hayas hecho, no le importan tus errores, te amo por lo que eres. Por quien eres. Así la vida te trajera a mi cubierto con un manto de seda, o con uno de algodón, te amaría igual. Porque algo de ti me recuerda a mí. Mucho de mí, se parece a ti. Y no puedo explicarte de qué manera, o forma te amo, pues no hay tiempo ni espacio que pueda darle sentido.

Cuando estás conmigo, me pongo tan nerviosa, que todo se me olvida, y cuando me alejo de ti, siento que me arrancan el alma. Y en esa mezcla de calor y frío, siento que quiero llorar. Regresarme y correr a ti. Lo que sucede es más grande que yo, no lo controlo. Y tu tampoco.

No necesito promesas, sólo quiero tus ojos encontrando los míos. Tus manos memorizando mi cuerpo. Tu vida a salvo, con la mía.

Sí, te amo. Y no necesito poseerte, no quiero un papel firmado, ni quiero comprar tu tiempo ni el mío, el tiempo de los dos, es un regalo divino.

Hace tiempo dejé de buscar a un hombre perfecto, para encontrarme con un hombre real. Cerré los ojos y en ese espacio, estabas tú. Cuando los abrí me sorprendiste, la imagen encerrada en mi mirada y en mis sueños, la mejoró la realidad.

Me encanta tu risa y tu mirada. Lo que haces, lo que dices, veo tus manos, tus gestos, tus reacciones y el tiempo pasa, pero no lo siento. La vida es vida desde que llegaste. Y llegaste para quedarte, no importa en qué forma o de qué manera puedas equivocarte, nunca te irás, nunca te dejaré ir.

Primero fuiste amigo, luego cómplice, pasamos por lo que nos une, los secretos, las verdades, lo que nos podría separar y así te acepté. Así, sin más, te amo.

Así con todo aquí, en este lugar está mi espacio, mi vida y mi ser contigo y jamás sin ti. Por un sólo motivo y razón: te amo.