domingo, 1 de junio de 2014

Preguntas serias, religión, instituciones y desamor.

Tengo una pregunta seria que nadie me ha podido contestar. Si se odia a toda la Iglesia Católica por los abusos sexuales cometidos contra los niños ¿Es válido que se odie a la familia como institución por ser la que más víctimas cobra en este sentido?

En verdad es una duda genuina, ¿Puedo odiar a todas las familias y a todos los tíos, si mi abusador sexual se dio en el núcleo familiar? O si alguien fue abusado en una escuela ¿Podemos odiar a todas las escuelas y a todos los maestros por igual?

Generalmente nadie me contesta, y entonces no puedo evitar preguntarme ¿Por qué cuando se sabe de un caso de la Iglesia Católica, quieren desaparecer a la institución? Y en ese proceso catalogan como pederastas a todos los sacerdotes, a todos los católicos; pero resulta ser que ésta tiene menos del 0.1% de casos, y sin embargo la familia cuenta con el 45% de abusos sexuales infantiles, según cifras recientes de la UNICEF.

Así es como en la familia se callan los crímenes más atroces contra los niños. Y comprendo bien, muy bien que se deba a que la familia, como tal, es una institución subjetiva. Pero si vamos a jalar parejo contra la pederastia, es parejo y caiga quien caiga.

Y no dejaré de mencionar que en las escuelas, según los datos de la misma UNICEF,  suceden entre el 10 y 15% de abusos. Si me apego a sus reacciones contra la Iglesia Católica, ¡Desaparezcan las escuelas también! Califiquen a todos los maestros y maestras de pederastas. ¿O qué, hablar mal de ellos no paga bien? ¿Dónde queda la justicia? ¿Realmente nos preocupa y ocupa el problema? ¿O es pose?

A mí si me preguntan, ningún pederasta merece perdón. Y en mi personal opinión, a todos, les debieran dar pena de muerte. Pero eso se debe a que en este tema, no suelo ser objetiva. Sin embargo, de la misma manera que se denuncia a un maestro, a un padre o padrastro pederasta, de la misma manera procede la denuncia para un sacerdote, pastor, o guía espiritual. La Iglesia deberá dar la sanción correspondiente, así como a la SEP cesar a un maestro pederasta y a una mujer divorciarse de un padre pederasta. Y a la Ley le corresponde encarcelar y sentenciar a la persona responsable.

¡Pero qué pasa? Un niño abusado sueña con ver muerto y fantasea con que todas las calamidades le sucedan a su agresor. Por ello cuando los que hemos pasado por ello y podemos alzar la voz, no comprendemos por qué en el caso de la iglesia, o personas famosas, se busca un beneficio económico. Eso no ayuda en nada, no sana nada, no sirve de nada. Es más ni verlos muertos, ayuda en nada.

Ahora, en ningún momento digo que se les perdone, no, sólo quiero hacer notar que, si en un líder espiritual es una aberración, en la familia es peor, en virtud que tu padre, tío, o familia, está ahí para cuidarte, y te une un lazo de sangre. Y en mi personal opinión el problema del abuso sexual infantil tiene o nace de la infinita falta de amor e ignorancia de los seres humanos. No son las instituciones, es la falta de amor del ser humano.

Desaparecer todas las instituciones eclesiásticas o educativas, no resolverá el problema, ni matar a todos los padres, padrastros, tíos, hermanos o familiares; y no se resolverá, no porque yo sea pesimista, sino porque hasta que el amor cambie nuestra existencia, modifique nuestros aprendizajes dañinos, en breve nuestros paradigmas y actitudes; hasta que se vuelva el motor, el propósito de vida del ser humano, hasta entonces no será posible que esta infamia, deje de cometerse contra los niños. Y como el abuso sexual infantil, también la violencia contra ellos, recordemos casos recientes: Owen y Dominico.

Por ello, de verdad les pido, antes de mandar mensajes de odio contra la iglesia, es hora de sembrar amor, no odios contra nadie. Es hora de saber que, si yo fui víctima, no requiero ser victimario, es hora de romper con el ciclo de daños. Si seguimos en ese camino, nadie se salvaría.

Al menos yo no pude perdonar a quien abusó de mí, que Dios lo tome en sus manos, y que de mí no se olvide, en mi vida es un capítulo cerrado; y de ello aprendí justo lo que les acabo de decir. Él muerto y yo viva, con el mismo sufrimiento. Así no podía seguir mi existencia.

Y no son los demás, no es la institución, no es la religión, somos nosotros; y desde mi experiencia, en la religión encontré paz, y con ello, una manera de perdonar y olvidar.  

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