lunes, 27 de septiembre de 2010

Tu ausencia... tu voz.

Cómo comprendo mi existencia tan insoportable sin ti.
Cada noche pienso en ti, en tu cuerpo desnudo junto a mí. Escucho tu voz y siento que me invades, haces que vibre cada una de mis células. Me estremeces, cierro los ojos y te imagino.

Cómo puede ser tan claro si no te he visto jamás. Conozco tu rostro, me sé de memoria tu voz, y me imagino tu cuerpo. Siempre tu cuerpo.

Tus manos, si nunca las he tocado, ¿cómo sé que me tocan tan perfectamente, tan exquisitamente. Cómo puede mi cuerpo sentir tus caricias?

Y si te pienso un poco más, y me concentro en tu voz, siento como si estuvieras aquí. Con esa pasión, con esa fuerza, con tus suspiros en mi. Con tu cuerpo sobre mí, con tus manos tratando de memorizar: mis curvas, mis convexos, mi boca, mis ojos, mis recovecos.

¡Cómo puede ser que estoy sola, y a la distancia, te siento así, tan fuerte, tan dentro, tan único, tan intenso!

Y entonces despierto, camino con desgano a la ducha. Y el agua se siente como tu lengua, el jabón como tus caricias y caigo rendida al suelo. Dejo que pasees por donde quieres, donde te gusta y me encanta, donde arrebatas de mi un gemido., donde tus caricias me dejan inmóvil.

Cuando recupero mi aliento, el golpe constante del agua me hizo reaccionar, ¿por qué te siento en medio de tanta ausencia?

Me seco, la toalla me abriga y me cubre de esta falta de ti, que hace más notoria mi desnudez y vuelve insoportable mi existencia.

Suenan las 7 de la mañana, la cotidianeidad vuelve a mí. Caminando con rumbo a mi oficina, vuelvo a escuchar tu voz.

Y entre la pared, mi falda y el viento, te vuelvo a sentir...

No hay comentarios:

Publicar un comentario