jueves, 9 de septiembre de 2010

Una marca, una huella


Desde ayer he estado pensando mucho en cómo nos afecta conocer o no conocer a las personas, en el tipo de relación que tienen con nosotros y por qué caminos nos llevan. Y de igual manera cómo mi vida ha afectado o beneficiado a otros. Pasé una infinidad de minutos u horas hasta que me venció el sueño y fui analizando absolutamente todo, con sus cómo y para qué; en este momento quiero aclarar que en mi vida jamás me he preguntado el por qué, para eso no existe respuesta. Para qué es más fácil descifrarlo.

Hace unos momentos me encontré con un e mail, que al final dice que uno decide de qué manera quiere uno dejar la marca en el otro, y con eso terminé por entender que todas las marcas que dejamos son significativas, pienso, nada que nos suceda puede olvidarse. Maltratarlo, lastimarlo, herirlo, usarlo, eso es lo más fácil que puede un ser humano hacer; pero marcar a alguien para bien es difícil, pues es similar a amar, a curar. Amar al otro, amar al prójimo es curarlo, es respetarlo, es estar con el alma y el corazón al cien por cien.

Una de las cosas que me gusta de la religión que yo profeso, es la manera en que Cristo resume todos los mandamientos habidos y por haber en: “Amaras a Dios sobre todas las cosas y a tu prójimo como a ti mismo” y “Ámense los unos a los otros como yo los he amado”. Son muy poquitas palabras, no se necesita ser Franciscano, Salesiano, ni haber sido seminarista, ni haber vivido en un convento, ni nada exótico para comprender esta frase en su sencilla, completa, total y contundente realidad. Pero a veces es tan difícil vivirla y llevarla a la práctica, y lo que sucede es que, quien pueda hacer esto, puede amar, perdonar y vivir en paz. *ding, ding, ding… ringing a bell*.

Un ser humano es falible, un ser humano puede muy bien no ser Católico, puede ser ateo, Judío, lo que sea; pero si aplica a su vida esa filosofía, es una persona de bien; y llevar a la práctica una religión no es garantía de que se pueda comprender y practicar lo que en el párrafo anterior digo. Y no necesitamos ser fanáticos, eso jamás, solamente debemos de ser justos. Y justo es algo tan difícil.

Así pues, la conclusión hoy para todas esas reflexiones me da para decir que, cuando no tienes amor, no puedes darlo. No porque no sepas, no porque no tengas una religión, no porque no quieras, sino porque no lo conoces; y si no lo conoces, serás una persona que no sabe lo que quiere. Y para una persona que no sabe lo que quiere, es difícil que otro lo siga, lo comprenda y es imposible que sepa amar, y ojo, lo más difícil, amarlo.

De perdonar pues mejor ni hablamos, cuando no sabes qué es amar, menos sabes que puedes perdonar. Y te conformas con frases como “qué me odien, yo soy feliz”. Nunca una frase, me ha dejado conocer la profunda carencia, inseguridad, intolerancia y baja estima de una persona, cómo lo es ésta. Si eres feliz, no necesitas aclarar nada, si sabes lo que quieres estás seguro y vas únicamente sobre lo que mueve tu espíritu. Y si además sabes amar. La vida es tuya, serás feliz y harás feliz a los demás.

Les dejo la liga a la presentación que me llegó por correo, ojalá les guste tanto como a mí.

¿Marcar una vida?

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