sábado, 15 de agosto de 2009

¿Quién soy? A 35 años mi nombre tiene una historia.

Escribir sobre mi vida, o la de cualquier otra persona no es tarea fácil; más sin embargo cuando uno sabe lo que pasa, cuando te das cuenta de qué se necesita para llegar a un punto donde el equilibrio, el amor propio, la autoestima y la paz interna son la clave de la felicidad para ti mismo; entonces todo se extiende al mundo que te rodea, y pienso de nuevo que la tarea no es fácil. Hacerlo te convierte en un apasionante poema de romances entre la vida, el destino, la experiencia y la pluma con la que se escribe una historia de días, meses y años.

La única justificación lógica que se me ocurre para que alguien escriba sobre su vida, es ese deseo de que tantas personas como puedan en este mundo, lean en la vida del otro lo que en la propia se ha sentido; y así poder discernir entre la cordura y la locura, entender que la vida no es un placer estático, sino un remolino de emociones, dificultades y experiencias, que unas veces proporciona un gozo sin nombre y otras un sufrimiento difícil de contar.

Mi vida no creo que sea un ejemplo de virtudes y mucho menos que le pueda servir a alguien como modelo; pero es tan real como que soy una mujer de casi 35 años que tiene mucho que decir a las personas que la quieran escuchar. Hace un par de años intenté escribir una historia en la que fuera la protagonista principal, pero tanta vergüenza de mí misma y de mis errores y tragedias personales me pasmaron el ánimo de escribir y mataron mis ganas de seguirlo haciendo.

A veces me siento a pensar qué tan fácil o difícil puede ser la vida con toda la miel o hiel que ella tenga y solamente he encontrado que en la vida hay una forma de descifrar el maravilloso, supersticioso, confuso, mágico, excitante, apasionante y enigmático proceso que deja saborear la vida: un trozo de olvido, un vaso de lecciones y una taza de alegría por todo aquello que vas dejando y por todo aquello que vas descubriendo.

Nada es para siempre, frase muy usada en estos días, pero si fuera realmente así, el amor y la ironía de mi vida no tendrían sentido.

Crecí con la educación de una familia forjada a base del destino cambiante y burlón, con una mezcla de aristocracia clásica, educación con principios inflexibles, autoritarismo y disciplina, además de una gran sensibilidad por las artes y la lectura. Y aunque no es difícil creer o imaginar, soy el resultado de todo lo que he vivido, la mezcla falible del ser humano, con la educación más estricta y la que la vida misma te da.

¿Donde aprendes que además de tu vida, existen seres humanos valiosos de los que aprendes mucho?

Viviendo, sintiendo y analizando. Así mi lucha, mi inquietud siempre ha sido por el trato justo hacia cualquier ser humano, sin importar la clase social, creencias, religiones, dificultades y reacciones en un testimonio de existencia, pues vivir presenta una realidad muy diferente a la que nuestra mente está programada a tener. Ver vivir a los demás nos puede mover el núcleo más escondido, el que nadie ve, y en nada se parece a una televisión, a una película o a una novela de ciencia ficción. La realidad es brutalmente honesta. Y aún así, con todas las razones y justificaciones que pueda tener, el horror que me provoca ver la miseria, las guerras y la injusticia en el mundo a veces me paraliza, pero la mayor parte de las veces, me hace reflexionar y cuestionar.

Así pues hoy, soy mil recuerdos y mil historias que quieren salir, y basta sólo percibir un aroma o recordar un paisaje, y revivir toda la cadena de emociones que en ese momento me hace hilar una palabra con otra, un cuerpo con una historia de amor, y esa historia de amor en mi vida con un recuento de las locuras, de las aventuras. Desencadenar en mí los recuerdo y suspiros, la realidad convertida en mi pasado, en un estremecimiento impaciente, un deseo de mejorar que recorre mi alma, y entre la vida profesional y el hogar, entre amigos y enemigos, entre viajes y estadías, entre el amor y el desamor, mi cuerpo, mis venas y mi mente, de esta manera, están más vivos que nunca.

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